Cuando contemplo la maravillosa descripción del Universo que ha creado la ciencia, encuentro que está llena de sentido
“Sentido” podría definirse como algo más grande que nosotros mismos que le da propósito y dirección a nuestras vidas. El que nuestra vida tenga sentido es uno de los ingredientes de la felicidad, porque para la mayoría de las personas una vida que valga la pena debe tener propósito.
Sentido y ética
El sentido también es importante como fundamento de la ética. Los sistemas de valores pueden reducirse a unas pocas premisas fundamentales a partir de las cuales un código de ética puede desarrollarse de forma racional. Sin embargo, esas premisas son arbitrarias a menos que puedan referirse a algún otro saber, por ejemplo, ideas sobre lo que significa el ser humano o una descripción del mundo.
Por ejemplo, el cristianismo y el islam basan su ética en la voluntad de Dios. Esto se basa en la creencia de que Dios creó el Universo y Su voluntad tiene prioridad sobre cualquier otra cosa. Sin embargo, este sistema de ética se desmorona cuando cuestionamos la fe en Dios, o la moralidad de someternos a la voluntad de un Dios que permite el sufrimiento.
Otro ejemplo es el Utilitarismo, un sistema ético basado en maximizar la felicidad y minimizar el sufrimiento. A su vez, esto se basa en la creencia de que ser feliz y evitar el sufrimiento es el objetivo último de nuestra vida. De forma parecida, el Budismo tiene como objetivo final la superación del sufrimiento mediante la comprensión de nuestra naturaleza más íntima. Sin embargo, ser feliz y superar el sufrimiento se me antojan metas más bien miopes, que me dejan preguntándome: ¿no hay nada más en la vida?
Nihilismo
La creencia de que la vida carece de sentido se llama Nihilismo, que propone que nada tiene sentido. Incluso ser feliz y evitar el sufrimiento son objetivos espurios que, en sí mismos, carecen de sentido. Por lo tanto, establecer una base ética sobre ellos es también inútil. Mucha gente rechaza el Nihilismo porque conduce a una perspectiva cínica de la vida en la que nada de lo que hacemos tiene dirección ni propósito. Ello conduce a un tipo especial de sufrimiento: la angustia existencial.
Muchos creen que la ciencia nos presenta una visión del mundo nihilista, ya que no puede encontrarse ningún sentido a los fríos datos que nos aporta sobre el Universo. Encima, la enormidad del espacio y del tiempo que nos revela la ciencia, el poder apabullante de energías y procesos, nos deja sintiéndonos completamente insignificantes. Un ejemplo humorístico de esta perspectiva nihilista y cínica lo vemos en la canción The Universe Song, de Monty Python, que aparece en su película El sentido de la vida. Después de enumerar un montón de números sin sentido sobre el Universo, la canción termina diciendo:
"Así que, cuando te sientas inseguro e insignificante, recuerda lo increíblemente improbable que es tu nacimiento. Y reza para que haya vida inteligente en algún lugar en el espacio, porque desde luego no la hay aquí abajo en la Tierra." Monty Python, The Universe Song
Existencialismo
El Existencialismo dice que el único sitio donde podemos encontrar sentido es en nuestras propias vidas y en las tareas humanas. Es decir, que el sentido se encuentra dentro y no fuera de nosotros. Hoy en día esto se ha convertido en una creencia muy extendida en personas que rechazan la religión y adoptan un sistema de valores basado la racionalidad y la ciencia. Nuestra naturaleza cooperativa, nuestra empatía y nuestro sentido de solidaridad hacen que tenga sentido para nosotros luchar por mejorar la suerte de nuestros semejantes.
Entre las ideologías políticas, el socialismo propone que el trabajar en pos de una sociedad igualitaria y libre es el objetivo que da sentido a nuestras vidas. Efectivamente, conseguir una sociedad utópica es un objetivo más grande que nosotros, por lo que puede proporcionar propósito y dirección a nuestras vidas.
Problemas con el Existencialismo
Sin embargo, concebir la ética exclusivamente en base a la felicidad y el sufrimiento humanos tiene sus problemas.
Por ejemplo, consideremos el ecologismo: ¿cuál sería la base ética de proteger el medio ambiente y los ecosistemas? Se podría argumentar que los humanos necesitamos un medio ambiente saludable. Sin embargo, esto no es suficiente, podríamos ser perfectamente felices si se extingue una rara especie de insecto o planta. Y, sin embargo, nuestra intuición nos dice que la extinción de una especie es algo malo que debe evitarse incluso a un costo relativamente alto. Las leyes ambientales de la mayoría de los países desarrollados se basan en ese principio.
Otro ejemplo es la ciencia. A menudo se dice que el valor de la investigación científica radica en las curas para enfermedades y otros beneficios materiales que nos proporciona. Si eso fuera cierto, deberíamos dejar de gastar enormes sumas de dinero en enviar sondas para explorar el Sistema Solar o haciendo investigación sobre física de partículas, porque esas empresas no aportan mucho a curar el sufrimiento o hacernos felices. Aunque no nos atrevamos a decirlo en voz alta, los científicos sabemos que hacemos ciencia más para perseguir el saber que sus aplicaciones. La ciencia casi siempre produce cosas buenas y cosas malas: energía nuclear y bombas atómicas; productos farmacéuticos y venenos ambientales; la internet y su capacidad para controlar nuestras mentes; terapia génica y manipulación genética. Por cada bendición hay una maldición. No es de extrañar que haya quien piense que debemos volver a una simple sociedad agraria sin ciencia ni tecnología, o incluso a ser los cazadores-recolectores que éramos antes de la Revolución Agraria. Hay incluso quien dice que el mundo estaría mejor sin ningún ser humano.
Lo que defiendo en este artículo es que podemos encontrar sentido no sólo dentro de nosotros, sino también en nuestro exterior, en el mundo y el Universo. Esta idea la baso en conocimientos científicos y no en creencias religiosas.
La evolución de todo
Si tomamos perspectiva y contemplamos todo lo que ha descubierto la ciencia, veremos que el Universo no es una serie de procesos aleatorios. Al contrario, ha ido evolucionando desde el Big Bang en una dirección definida: un aumento de complejidad y organización. Y esto incluso se puede formalizar científicamente: la cantidad de información que necesitamos para describir el Universo ha ido aumentando con el tiempo.
Al principio solo había partículas básicas: fotones, electrones, protones, neutrinos, etc. Cuando el Universo se enfrió lo suficiente, los electrones y protones formaron átomos de hidrógeno. La gravedad hizo que se formaran las estrellas, en cuyo interior el hidrógeno se transforma en helio. Luego, a medida que las estrellas envejecen, el hidrógeno se convierte en carbono y en los otros átomos ligeros de la tabla periódica. Al final de su vida las estrellas explotan en novas y supernovas, y colapsan formando estrellas de neutrones, dando origen a los átomos más pesados. Este polvo de estrellas flotando en el espacio en forma de nébulas da lugar a nuevas estrellas, que ahora tienen planetas a su alrededor donde se dan cita todo ese nuevo zoológico de átomos.
En la Tierra, el carbono, el hidrógeno, el nitrógeno, el oxígeno y algunos otros átomos se organizaron para formar moléculas complejas y seres vivientes. Comienza la evolución, creando más y más formas de vida. Si bien es cierto que la evolución no avanza en ninguna dirección en particular, también es cierto que el algoritmo de la mutación genética combinada con la selección natural actúa para llenar cada nicho ecológico, creando seres de todos los tamaños y formas posibles (Stuart Kaufman, At Home in the Universe). Esto genera formas de vida simples, pero también animales grandes y complejos. Uno de ellos es el ser humano.
La forma que tuvo el ser humano de ganar el juego de la selección natural fue desarrollar un cerebro grande que nos permite un comportamiento cooperativo basado en la transferencia de información, no solo en el presente sino también a través del tiempo, de generación en generación. Al igual que apareció la vida, la cultura hace acto de presencia como algo completamente nuevo. La ciencia es una forma de cultura, aportando herramientas asombrosas para extraer y organizar información. Así fue como nos convertimos en los ojos por los que el Universo se mira a sí mismo.
Entre otras cosas, ahora sabemos que el Sol no es la única estrella con planetas capaces de desarrollar vida. Por lo tanto, el mismo proceso de la evolución terrestre, la búsqueda de nuevas formas y la eventual aparición de inteligencia, podría haber ocurrido en otros planetas. Millones de estrellas jugando a la ruleta de la vida y de la inteligencia. ¿Cuantos ganadores hay? Seguramente un montón.
La jerarquía de los seres
Cuando examinamos todo este proceso, nos damos cuenta de que está organizado de forma jerárquica. Con ello quiero decir que hay varios niveles discretos de complejidad, cada uno construido sobre el nivel inferior: física, química, biología, neurociencia, psicología, sociología. Tenemos una ciencia diferente para estudiar cada nivel. Esto no es por capricho, sino porque cada nivel tiene sus propias reglas que deben estudiarse por separado y no pueden deducirse de las reglas del nivel inferior (Ray Kurzweil, The Singularity Is Near: When Humans Transcend Biology).
A esto se le llama emersión: el hecho de que en un momento determinado aparecen nuevas leyes, que coexisten con las leyes del nivel inferior pero que al tiempo constituyen fenómenos completamente nuevos. Así, las leyes de la química añaden novedad a las leyes de la física de partículas. Y cuando aparece la vida, sigue leyes que son diferentes de las leyes de la química. Y así sucesivamente con las leyes que gobiernan el sistema nervioso y las que gobiernan las interacciones humanas.
¿Qué causa la emersión? Desde un cierto punto de vista, la evolución y otros procesos que crean complejidad y auto-organización son algoritmos: sistemas de procesamiento de información que siguen ciertas reglas de computación para generar un resultado a partir de las condiciones originales (Charles Seife, Decoding the Universe; Seth Lloyd, Programming the Universe).
Por ejemplo, el algoritmo de la evolución es:
1. generar mutaciones en el ADN;
2. traducirlos al fenotipo;
3. probar el fenotipo en el medio ambiente;
4. SI muerte, descartar la mutación;
5. SI supervivencia, amplificar la mutación al reproducirse;
6. Volver al paso 1 mientras se produce descendencia.
Este algoritmo explora “paisajes” formados por todas las formas posibles de seres vivos, mientras que la selección natural elimina las formas que no se ajustan al entorno (Stuart Kaufman, At Home in the Universe, Investigations). De hecho, este algoritmo es también un producto de la evolución. La mutación no es aleatoria, como se pensaba anteriormente, sino que ha sido perfeccionada por el proceso de selección natural, de modo que algunas partes del ADN son más susceptibles a mutaciones que otras. Además, se crearon mecanismos específicos para generar variación genética, como la transposición de genes (Lynn Helena Caporale, Darwin in the Genome).
¿Un Universo con sentido?
¿Qué tiene que ver todo esto con encontrar el sentido de la vida? Intuitivamente le damos valor a la complejidad y la auto-organización que vemos en los seres vivos. También admiramos la inteligencia y la cultura, que consideramos un nivel superior a la mera vida. El hecho de que el Universo haya evolucionado progresivamente para crear la vida y luego a los seres humanos indica que somos parte de un proceso mucho más grande que nosotros mismos. Este proceso debería ser capaz de inspirarnos reverencia y asombro.
Por lo tanto, no sólo podemos encontrar sentido en trabajando para el bien de la Humanidad, que al final no tiene sentido en sí misma, sino que la Humanidad y nosotros mismos tenemos sentido porque somos parte de un proceso más amplio que abarca toda la historia del Universo.
¿Continuará este proceso en el futuro, incluso más allá de la existencia de la Humanidad? Es tentador caer en la herejía de la teleología: el creer que la evolución tiene un objetivo particular, como producir seres humanos, o que el Universo tiene como objetivo producir consciencia o inteligencia. Esta idea ha sido condenada porque los objetivos son algo que tienen los humanos, no materia inanimada. Sin embargo, la agencia (hacer algo para lograr un resultado en particular) podría considerarse una propiedad de los seres vivos. Contemplando el pasado es inevitable concluir que el Universo ha evolucionado en la dirección de una creciente complejidad y auto-organización y que esto ha llevado a la aparición de organismos ricos en información e inteligencia.
Transhumanismo
De hecho, ahora mismo estamos creando ordenadores que almacenan toda nuestra información cultural al tiempo que generan información en cantidades ingentes. ¿Es ese el siguiente paso de la evolución del Universo? ¿Seguiremos formando parte de este proceso, o nos dejará atrás?
El Transhumanismo es una corriente moderna de filosofía que, a partir de esta visión del Cosmos, propone que podemos encontrar sentido en el desarrollo futuro de la especie humana. Confía en que podamos avanzar de la mano de la inteligencia artificial en lugar de ser reemplazados por ella (Ray Kurzweil, The Singularity Is Near: When Humans Transcend Biology). Es posible que podamos hacer eso conectando nuestros cerebros directamente a los ordenadores, quizás eventualmente migrando nuestra consciencia a ellos.
Conclusiones
No se trata de que el Universo tenga sentido en sí mismo, sino de que seamos capaces de encontrar sentido en nuestras vidas cuando contemplamos cómo el Universo ha ido evolucionando para dar lugar a la consciencia, la inteligencia y la cultura.
Somos los seres humanos los que somos capaces de asignar valor y belleza lo que está fuera de nosotros. Cuando miramos una ola al romper, una montaña nevada y un delfín, sabemos que son algo hermoso y valioso. Del mismo modo, cuando vemos cómo las estrellas son capaces de crear átomos y formar nebulosas con ellos, cómo se crean los planetas a partir de esas nebulosas, cómo surgen la vida, los sistemas nerviosos y la consciencia, no podemos evitar sentirnos llenos de admiración y asombro.
No existimos independientemente del Cosmos, somos polvo de estrellas que se ha vuelto consciente. Lo que hacemos en nuestras vidas, el destino de la Humanidad, tiene importancia porque es parte de este asombroso juego cósmico. No sabemos a dónde irá el Universo desde aquí, pero de alguna forma sospechamos que el paseo va a valer la pena.
Gracias por tocar este tema con objetividad, pues no resultaría difícil desviarse.
Al terminar el artículo he recordado a Aldous Huxley - Cielo e infierno.
https://www.rtve.es/play/audios/palabra-voyeur/palabra-voyeur-cielo-infierno-aldous-huxley/3782068/
Es curioso pensar, en primer lugar, en esa necesidad por encontrar sentido a lo que nos rodea. ¿De dónde surgirá eso? Yo tampoco estoy de acuerdo con esa necedad de buscar ser felices a toda costa, cuando aún no hemos ni definido qué es la felicidad en primer lugar. Creo que los conceptos de "felicidad" y "sentido de la vida" pueden ser intercambiables, según se les defina.
Para mí, cualquiera de ellos, tendría que implicar el constante reconocimiento de la experiencia presente, independientemente de si se experimenta placer o padecimiento en determinado momento. Es decir, ser capaz de reconocerse como ser vivo y consciente, y saberse experimentador de dicha consciencia, es un privilegio muy extraño que, por sí mismo,…